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LOS DESAYUNOS DEL CAFÉ BORENES
(Un opúsculo)
Cuando Angel Ganizo escribía una novela siempre había un momento en que se le iba la olla o, al menos, ésa era la sensación que acababa por apoderarse de él. –Tengo un poco perdida la cabeza… –solía reconocer, como una confidencia un tanto trémula– y según se desenvuelve la trama, se me pierde la idea. No sé si voy a extraviarme para tirar de nuevo los folios al cesto de los papeles, o la perdición es la justa recompensa de la ficción desencaminada. La idea tenía mucho que ver para Angel Ganizo, no ya con el fulgor originario que justificaba la ocurrencia y el sentido de la novela que estaba escribiendo, sino también con las convicciones que sustentaban su condición de narrador, probablemente no demasiadas, pero sí bastante estrictas. Sabía Angel Ganizo que no es lo mismo que una idea se desvanezca mientras la coges por los pelos a que un personaje se te vaya de las manos, lo que también le sucedía, y es que todo personaje que se precie de su condición de tal se va en alguna medida, 12 y algo muy distinto resulta el que tus palabras emborronen tus pensamientos, y éstos de pronto no tengan donde agarrarse o se cuelguen del gancho más cercano, con parecida improvisación a la del funambulista que se retuerce para no perder el equilibrio. –Se te va la olla… –le decía su primo Cosme, que desde su separación matrimonial venía a comer a casa todos los domingos, y era como una mosca remolona que siempre incidía en lo que más puede molestar– porque nunca tuviste la cabeza como es debido, en el sitio en el que mejor puede peinarse. El que un personaje se te vaya de las manos constituye casi siempre, como muy bien sabía Angel Ganizo, un logro notable, relacionado con la riqueza de unas vidas imaginarias que, por su propia complejidad, misterio o extrañeza, se le escapan a quien las ha inventado, suponiendo así una conquista ambigua pero poderosa, ambivalente y oscura, en el ámbito de lo ajeno. A fin de cuentas, es más grave olvidarse de un familiar, no ya dándolo por desaparecido sino por inexistente y, peor aún, si de un familiar de primer grado se trata.
Luis Mateo Diez
«El arte está fundamentalmente atado a la vida, donde esta se procrea, crece, se transforma, se metamorfosea, y nos hace ser soñadores desde el pensamiento y el sentimiento. Se trata decontar la vida para inventarla».
En busca del tiempo perdido
Marcel Proust
"Igual que existe una geometría en el espacio, existe una psicología en el tiempo, en que los cálculos de una psicología plana no serían ya exactos porque no tendríamos en cuenta el tiempo ni una las formas que adopta, el olvido: el olvido, cuya fuerza empezaba yo a notar y que es una herramienta tan poderosa de adaptación a la realidad porque destruye poco a poco en nosotros el pasado superviviente que está en constante contradicción con ella".
Del tiempo y del río
Thomas Wolfe
Toda juventud está expuesta al desperdicio; existe algo en su propia naturaleza que le empuja a ello; luego, los hombres lo lamentan. Y ese remordimiento se hace más agudo cuando nos llega la certidumbre de que el enorme desgaste de la juventud fue completamente innecesario, cuando descubrimos, con amarga ironía, que la juventud es algo que sólo los jóvenes poseen y que solamente los viejos saben usar; y por esta razón, cuando los años pasas, los miramos con tristeza, viendo la riqueza que hubiéramos obtenido de haberla usado bien...
Es lo que ocurre tantas veces cuando creemos haber ensanchado nuestra visión de la vida, haber roto muchas ataduras; y en verdad no hemos hecho nada más que cambiar una nueva superstición por una vieja, olvidar un mito hermoso para sumergirnos en uno desprovisto de belleza....
El rostro, verdaderamente, podría haber sido la imagen del espíritu sereno de un hotel, impecable por su perfecta cortesía; pero duro, frío, sin vida, cruel como el infierno, impenetrable como un bloque de granito a cualquier cálido rayo de gracia, perdón o concesión allí donde están en juego la pérdida del prójimo y su propio provecho.
Siempre abierto
Don Quijote soy, y mi profesión la de andante caballería. Son mis leyes, el deshacer entuertos, prodigar el bien y evitar el mal. Huyo de la vida regalada, de la ambición y la hipocresía, y busco para mi propia gloria la senda más angosta y difícil. ¿Es eso, de tonto y mentecato?.
Thomas Wolfe
Thomas Wolfe nació en Asheville en 1900 y murió en Baltimore a los treinta y ocho años, víctima de la tuberculosis. Considerado como uno de los más importantes narradores norteamericanos de la primera mitad del siglo XX, y admirado por sus coetáneos: de William Faulkner –quien dijo de él que era el mejor escritor de su generación– a Sinclair Lewis –que incluso lo citó en su discurso de recepción del Premio Nobel–, su novela El ángel que nos mira(1929) obtuvo gran resonancia en su país y en buena parte de Europa. Le siguieron otras obras de igual envergadura, como Del tiempo y el río (1935) o las póstumas The Web and the Rock (1939) y You Can’t Go Home Again (1940).
Julio Verne
El secreto de Wilhelm Storitz
«Debe, por lo tanto, esperarse que la muchedumbre, como todos los años, será considerable en la ceremonia del aniversario, sin contar con los amigos serios y respetables que han permanecido fieles al recuerdo de Otto Storitz. No es exagerado suponer que la población de Spremberg, tan supersticiosa, espera algún prodigio y desea ser testigo de él; según las impresiones que hemos podido Librodot El secreto de Wilhelm Storitz Julio Verne 18 recoger en la ciudad, el cementerio debe ser teatro de inverosímiles y extraordinarios fenómenos; nadie experimentaría la menor sorpresa si en medio del espanto general se alzase la piedra de la tumba y resucitase el sabio en toda su gloria. »En opinión de algunos, Otto Storitz ni siquiera habría muerto en realidad, y el día de sus exequias se habrían celebrado falsos funerales. »No nos detendremos en discutir semejantes necedades; pero como todo el mundo sabe, las supersticiones carecen de lógica y pasará mucho tiempo antes de que el buen sentido se haya impuesto y destruido esas ridículas leyendas. »