"Y, entre tantas mezcladas remembranzas, me vi entrando en una de esas bibliotecas de barrio que en nuestros países fundaban hombres pobres e idealistas, quitando pesos de sus magros salarios, para llevar a la gente lo que ellos habían tenido grandes dificultades para conseguir. ¿Cómo se llamaba aquel hombrecito flaco y bondadoso que después de haber trabajado todo el día en su empleo aún tenía fuerzas y ánimo para atender con cariño a chicos como yo? Creo que su nombre era Pettirossi, aunque no estoy seguro de la cantidad de tes y de eses (...) Entonces iba a aquella precaria biblioteca, donde Pettirossi era como el portero a quien le es dado abrir las puertas de un mundo prodigioso, que venía en volúmenes gastados y hasta rotosos (...) Se me ocurrió que podría hacer con miles de chicas y muchachos lo que en otro tiempo hizo conmigo aquel bibliotecario de barrio en la ciudad de La Plata, abriendo para ustedes las puertas de lo imaginario"
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